La Formación General y los tránsitos disciplinares en la universidad, una experiencia singular desde
- Eduardo Gomberoff
- 17 mar 2019
- 5 Min. de lectura
Hay más de una razón para mi “alejamiento” de la universidad. Pongo de manifiesto algunos restos conceptuales del desencadenamiento de lo que se convirtió en una insospechada y maltrecha relación con la autoridad. El camino largo y esforzado de conducir una Escuela de Psicología con una proyección académica sostenida en un plan de estudio forjado en un claro ejercicio de tránsitos entre disciplinas, especialmente entre los saberes conjuntos de la Psicología y el Psicoanálisis, se enfrentó a la excusa de la puesta en orden de un plan mayor de Formación General y a una deslucida propuesta de ejercicio transdisciplinario para justificar la inapropiada mixtura en una misma Facultad entre Humanidades y Ciencias Sociales . Es lo que desencadenó los acontecimientos de mi “alejamiento”.
Toda Formación General en el ámbito universitario soporta la suposición que los saberes -transformados en disciplinas - pueden ser traslapados, superpuestos e imbricados. Es un supuesto pero también un anhelo. La referencia es extendida y no menos popular: “Hay eso, lo que todo estudiante universitario debiera, al menos, conocer”. Eso, providencialmente, sería un saber, un saber que se supone como el mínimo necesario para ser detentado por un sujeto universitario. Un saber que trata con la generalidad de lo escueto y/o con la parcialidad de todo lo general. En definitiva un saber posible de ser - es el anhelo - mínimamente conocido por el estudiantado. Se trata de lo poco, de lo exiguo, de lo diminuto, de lo in-significante, pero en estos tiempos lo fundamental a la hora de las declaraciones generales en el campo del discurso universitario acrediticio.[1]
Las acreditaciones universitarias no se pierden en esto. Toda universidad debe tener un programa de Formación General que atraviese las carreras y/o disciplinas, es un afán obligado. A la hora de ponerse a trabajar en el programa, nos damos cuenta sin embargo, la mayoría de las veces, que desde la propiedad disciplinar la Formación General hace ruido, interrumpe e intervala lo que pareciera exigir continuidad en la formación. Evaluaciones, autoevaluaciones, estandarizaciones, acreditaciones, todas, concluyen en la necesidad de lo General. Y este saber general desconoce la diferencia o la especificación disciplinar. Es decir, hace aparecer como posible la unión de los saberes. Para el espíritu científico, parafraseando a Bachelard (1972), la unidad es siempre un principio deseado y casi siempre realizado con poco esfuerzo. La unidad se convierte, sin embargo, en nombre de la Formación General, en un verdadero obstáculo. Es una evidencia y, a estas alturas, ya ha sido verificado por la historia de las ciencias. Efectivamente, la tendencia constante ha sido hacia el establecimiento de discontinuidades y a la diferenciación de los métodos y las jurisdicciones de las ciencias, lo que demuestra que la demanda de unificación en su correlato de Formación General, es más bien un imperativo ideológico y tecnológico que un problema interno del conocimiento, situación particularmente sensible en el campo de las así llamadas Ciencias Sociales.
El siempre proyecto anhelado de juntar y/o creer en la unidad ha resultado un número incompleto, un fracaso. Sin embargo se insiste con subrogados. Esto ocurre, a mi juicio, cuando el discurso universitario apela al sentido común y obliga a las disciplinas a no olvidar la generalidad, que tampoco es formación básica. Se trata de lo general, lo que mínimamente debiera saber un sujeto universitario.
¿Quién dictamina qué es lo general? Lamentablemente, ni la filosofía, ni ninguna disciplina humanista. Lo hace la “administración universitaria”, una especie de Vicerrectoría también General a la orden de alguna Pro-rectoría de asuntos más bien económicos. Algunos efectos no se hacen esperar y la evaluación (percepción) de los estudiantes de las asignaturas de ese supuesto plan mayor (de Formación General) es lamentable, una y otra vez.
No existiría algo así como la generalidad, lo básico a saber, o aquello que toca desde afuera como un saber externo a la propiedad de lo disciplinar. Que un estudiante ingrese a una carrera determinada y que tenga que sufrir las Introducciones a eso que ya se introdujo es un contrasentido que sólo apunta a un tipo de estándar o demanda formal de un currículum presto a ser acreditado. Los estándares están ahí como mínimos definidos a ser cumplidos, aunque la consigna es evaluar lo que el propio programa se definió a sí mismo. Es de alguna manera una trampa del sistema, lo mismo que la autoevaluación: “incorpora en ti la modalidad que yo te impongo como autoevaluación”; otra trampa.
Así como la Formación General exige lo suyo en el terreno de las acreditaciones, también podemos correlacionar otro principio no menos exigido, el del “Cultivo Crítico del Saber”. Las relaciones entre los objetos teóricos de saberes diferentes se enmarcarían en la así llamada empresa del cultivo crítico. No se trata de imposición de límites más o menos imprecisos y disputados entre regiones del saber, sino que el ejercicio de posiciones respectivas en un momento dado y particular de aquellos saberes que no guardan necesariamente relaciones de vecindad, pero que constituyen, entre todos, una estructura donde la ubicación de cada uno no deja de tener efectos sobre las posiciones de los demás saberes. Como dice Braunstein (1999): “la articulación (de saberes distintos) pasaría a ser el proceso de reconstrucción teórica de esa estructura de objetos teóricos, definidos únicamente por su relación con los demás objetos teóricos de la misma ciencia o del mismo saber disciplinario y de los modos en que esos objetos teóricos, como conjunto, afectan a la órbita de todos los demás integrantes del sistema a la vez que sufren la influencia de ellos” (p.88)
Es justamente esta práctica transdisciplinaria, en la que alguna vez, desde unas disciplinas particulares (la Psicología y el Psicoanálisis) intentamos ejercitarnos en un proyecto de Facultad de Psicología que no prosperó. Más bien hubo que insertarlo como Escuela en Facultades sucesivas de Ciencias, Humanidades y Educación y, finalmente, en un proyecto de Facultad único y mal habido de mixtura entre Ciencias Sociales y Humanidades, en el que el proyecto primero de interlocución entre Psicología y Psicoanálisis declinó (claro que después de varios años de prosperidad) convirtiéndose en una Escuela de Psicología con un perfil general y con un proyecto de Postgrado que, desde una especificidad psicoanalítica, se desarticuló en un perfil general de Ciencias Sociales y Humanidades. El proyecto de una Escuela de Psicología intervenido y articulado en un ejercicio de tránsito (ejercicio transdisciplinar) entre estos dos saberes -Psicología y Psicoanálisis- había sido fundado, articulado y ejercido en una práctica exitosa por varios años. Como era de prever, dicha articulación no interesó, sin embargo, a la autoridad académica e intentó insertar un plan mayor de Formación General que se sostenía en un ejercicio más multidisciplinario que transdisciplinario impuesto desde una ignorancia insospechada sobre el tema de la articulación entre las ciencias o los saberes universitarios. Se ejerció con antojadiza autoridad impulsando un plan de Formación General que históricamente no dejaba de fracasar. El asunto se resolvió con el “alejamiento” del director de la Escuela de Psicología, que intentaba resguardar la mantención del proyecto de la Escuela articulado en sus tránsitos, fundamentalmente entre la Psicología y el Psicoanálisis y sus saberes implicados entre pregrado y postgrado, habiéndole otorgado un sello particular a esa Escuela de Psicología.
Referencias
Bachelard, G (1972). La formación del espíritu científico. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores.
Braunstein, N (1999). Psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis (hacia Lacan). México: Siglo XXI Editores
[1] Programas universitarios que concursan a un supuesto sistema de aseguramiento de la calidad llamado acreditación universitaria.
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